jueves, 4 de diciembre de 2014

Atavismo, corrupción, hipocresía y masoquismo

Ah, la corrupcion...

Esa enfermedad que "afecta sólo a unos pocos", el ébola de la política, por llamarlo de algún modo.

Prefiero mil veces la apelación de "gangrena de la sociedad", pero la auténtica manera, creo, de llamar a esto es "farsa". Una enorme farsa.

Una farsa que, parece ser, nos da absolutamente igual.

Este mediodía he oído a un tertuliano introducir un elemento la mar de interesante: sólo se ha denunciado la corrupción al estar el populacho en situación de pobreza.
Eso querría decir que toleramos la corrupción tanto tiempo como nos beneficie. De ahí que haya usado la palabra "atavismo" en el título, de la cual el diccionario de la RAE da unas definiciones muuuuuuuy interesantes que le van como anillo al dedo a "esta España mía, esta España nuestra":

1. Semejanza con los abuelos o antepasados lejanos
2. Tendencia a imitar o a mantener formas de vida, costumbres, etc., arcaicas.
3. Reaparición en los seres vivos de caracteres propios de sus ascendientes más o menos remotos.

Dicho de otro modo, "la cabra siempre tira p'al monte". Volvemos también al apelativo de "gangrena", porque serlo, lo es.
Es de una hipocresía magna pretender acabar con la corrupción cuando todos nos hemos vendido en un momento u otro. Es aquello del que ve la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el suyo propio.

¿Quiere decir esto que no hay que acabar con la corrupción? Por supuesto que no.
Pero, ¿somos capaces? Ni en nuestros sueños más delirantes. ¿Y por qué?
Echemos la vista atrás.

Por ejemplo, vayámonos a Cádiz, cuyas chirigotas nos hacen reír cada año.
Sieeeeempre se meten con la tal Teófila Martínez. ¿La han sacado del poder? No.

Vayamos ahora a Valencia, con los Fabra, la Rita Barberà y compañía.
¿Los han sacado del poder? No.

¿Y por qué no? Mi país, Andorra, es un país pequeño que, por desgracia, se inspira de España para todo, así que puedo imaginarme perfectamente por qué: "fulanito de tal me ha prometido un puesto de trabajo en tal sitio, así que le votaré, no sea que", "con lo que me ha ayudado menganito, mejor lo voto, no sea que".

Por eso digo: es imposible erradicar esto porque el que más, el que menos, está metido en un chanchullo de esta índole. "Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer", ¿no?

Podría extenderme y hablar de la apatía general del pueblo español, que se deja robar, engañar, defraudar, mentir, ridiculizar, juzgar y enjaular por una clase política a la que además aplaude. Somos el perfecto ejemplo del masoquismo, pero no os preocupéis: parece ser cosa del Mediterráneo o del sur de Europa: mirad si no Portugal, Italia y Grecia.
Parece ser que el clima nos hace dóciles, ingenuos, apáticos.
Como siempre, para encontrar señales de vida inteligente, hay que ir al norte de Europa.
Sí, a todos esos "guiris" de los cuales nos reímos como buenos mongolos. "El burro hablando de orejas", como se suele decir.

No sé, quizás el frío despierte más a la gente y el calor la adormezca.

Porque, si no, no me explico cómo el pueblo no ha salido a la calle y acabado con toda esta farsa a la cual encima tienen la desfachatez de llamar "democracia", como si lo fuera...

Anécdota curiosa: hace unos años, cuando cursaba mi año fallido de física en Francia (sí, ese país del que taaaaaaanto nos reímos, pero donde una matrícula te cuesta unos 400/500€ frente a los 1000/2000€ de España y donde te conceden ayudas mensuales para pagar el alquiler del piso), como estaba completamente adormecido en clase de física (¡dar clase de física a las 7:45 de la mañana, me perdonaréis, es un crímen se mire como se mire!), me puse a escribir una serie de frases que, a mi parecer, no tenían sentido, para echarme unas carcajadas silenciosas y amenizar la aburridísima clase.
Entre esas frases venía la siguiente: "¡El mundo se acaba! ¡Y yo con estos pelos! Pero no importa, ¡tengo vainilla en el congelador!".
No pensé que unos años más tarde esta frase acabaría adquiriendo tanto significado y describiendo a la perfección nuestra sociedad actual...

¿Qué solución queda, pues? Marcharse, diría yo, porque este país no ha tenido nunca remedio, no lo tiene ahora y no lo tendrá nunca. El día en que este país asombre al mundo por su inteligencia, dejará de llamarse "España".


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